Coge tu corazón roto y conviértelo en arte

Buena parte de la sociedad estaba enfadada, frustrada con el panorama social, cuando Meryl Streep dio su discurso en los Globos de Oro 2017. Ella quiso aportar luz recordando algo que le había dicho su amiga Carrie Fisher, fallecida días antes. Tras su éxito como Princesa Leia en Star Wars, Carrie Fisher atravesó problemas personales que la llevaron a tocar fondo. Lo sabemos porque ella misma lo contó, y se rio con ello, a través de libros y monólogos humorísticos que escribió posteriormente. Convertir sus problemas en arte le ayudó a superarlos, así; las palabras de Carrie, que Meryl recordó a los presentes en la ceremonia, fueron; “Coge tu corazón roto y conviértelo en arte”.

A menudo quedamos atrapados en bucles adversos donde los argumentos dan vueltas en nuestra cabeza como en un laberinto o una ciénaga. Sabemos, aparentemente, lo que hay que hacer para escapar, nos muestran el camino hasta en reels de Instagram, y encima nos suena razonable, lógico. Pero algo pasa, nuestros pies no se mueven, no son capaces de tomar esa senda.

El arte ofrece, a mi juicio, dos vías de auxilio cuando las cosas se ponen feas. En primer lugar, nos sublima, nos transciende. Nos fuerza a mirar más allá de nuestro bucle interno, nos exige explorar otras capacidades, que a veces tenemos ocultas y es grato encontrar. También invita a mirar a los otros y a cuanto nos rodea de otra manera, lo cual es otra fuente de descubrimiento. Y el arte también nos capacita, nos lleva a ver las cosas no solo desde una supuesta razón lógica, sino también desde la intuición. Y a nuestros pies les suele mover más fácilmente la intuición que la lógica. 

Escribir, o expresarse artísticamente de otro modo, ayuda a quien lo hace a aclararse, a edificarse, a veces a no derrumbarse. Uno se aleja primero de los bucles internos laberínticos o cenagosos, para luego acercarse de un modo distinto, con otros ojos y, con frecuencia, con otro espíritu.

La pandemia, como os pasó a todos, también menguó mis relaciones, se me hizo cuesta arriba no dar rienda suelta a estímulos sociales y creativos que fluían en las actividades en las que participaba regularmente. Y lo que no logra fluir se estanca y corre el peligro de enturbiarse. En esos momentos me ayudó ponerme a garabatear y, sobre todo, hacer escritura automática, bastaba con que lo estancado fluyera a través de la pura intuición. Los ríos de tinta que se expanden desde nuestro interior, en su avance, aparte de darnos la oportunidad de encontrarnos con otras personas y otros lugares, y con nosotros mismos de otro modo, pueden liberarnos de una pesada y amenazante carga. Virginia Woolf lo expuso con extrema crudeza cuando dijo: “Cuanta veces alguien uso un lápiz o un rotulador por no tener un revólver a mano”. No sabemos si Carrie Fisher tuvo alguna vez un revólver cerca, sí sabemos que tuvo un rotulador que no solo la salvó, sino que la llenó también de luz.

Texto: Fernando Santiago